viernes, 28 de enero de 2011

Un asesino llamado Varg

Un día como cualquiera, nos encontrábamos un grupo de gente –amigos y gente desconocida-, jóvenes sentados en un cordón de vereda, casi debajo de una autopista por la cual no pasaba ningún vehículo: ni auto, ni moto, ni camión, ni nada, como si se tratase de una autopista desierta. Como estábamos sentados uno al lado del otro y (para decir  aproximadamente cuantas personas éramos) como, más o menos, veinte adolescentes, yo estaba en una punta con 3 de mis más fieles amigas: Camila Maraio, Luz Chocair y Sofía Milani. En la otra punta, se encontraba una chica con la que en los últimos años no tuve  trato de ningún tipo, llamada Sol Saliva. Cuando miro al cielo, veo que se estaba nublando, y yo en mi mundo, feliz hablando con mis amigas. De golpe, como salido de entre los matorrales, surge un individuo de mediana edad, con barba y bigotes, rubio. Llevaba una katana. Dos segundos más tarde, descargó toda su furia sobre el cuello de Sol, cortándola con la katana para luego clavarla sobre su abdomen. En el semejante revuelo que provocó esa acción, perdí a mis amigas en la multitud, a la par que sentía que dos fuertes manos masculinas me oprimían el estómago y la boca. Un codazo bien dado en el pecho bastó para que ese sujeto me soltara. En esos microsegundos que el hombre se agachó para recobrar aliento, miré a mi alrededor… No había nadie; ni amigas, ni desconocidos, ni cadáver, ni katana, ni cualquier otro ser viviente. No había un alma que no fuera la mía y la de ese atractivo asesino con bigotes. No busques a nadie me dijo en una lengua extraña que, increíblemente, comprendí a la perfección. Los ojos se me llenaron de lágrimas y luego el asesino dijo No hay nadie, todos se han ido, te han dejado sola. Antes de echar a correr miré a mi alrededor: negocios, bancos… Nada, todos se habían ido, habían desaparecido. Veo una puerta, en la parte trasera de un hotel. Abro esa gran puerta verde oscura y corro por ese largo pasillo iluminado. Al final, veo una escalera recta, que sólo iba para abajo, como si fuera un espiral recto hacia la izquierda. Luego de bajar unos cuantos pisos, llego a una especie de río subterráneo. Lo único que veo en esa oscuridad es: un caño sumergido (su parte superior quedaba subiendo otra escalera -en muy mal estado, temblorosa y por lo que se veía, algo débil-) y los bloques de piedra que constituían la infraestructura (como esos de las calles empedradas) cayendo uno por uno, lentamente: se desprendían del cemento como si fueran legos y se hundían en la negrura de ese río que corría tan ligero… Yo, por miedo a que me encuentre ese asesino extranjero, no lo pensé dos veces; empecé a subir la escalera rápido, teniendo precaución de no caerme ya que la escalera se bamboleaba mucho. Cuando subí unos cuantos metros y llegué al final de esa peligrosa escalera, me llenó de alegría lo que vi; el caño sumergido en el río se movía porque dos personas lo movían que, desde abajo, no se veían: Luz y Sofía, dos de las amigas que perdí en el tumulto de gente. De golpe, veo que las chicas me dicen que corra, que corra rápido por un pasillo por el que empezaron a ir ellas. Antes de empezar a la carrera como una loca, me doy vuelta y me asomo por la escalera; un hombre rubio, de bigotes y barba con una remera verde lima comenzaba a subir la escalera… En sus manos llevaba una reluciente hacha. Corrí por el extenso pasillo sin mirar atrás, siguiendo a mis amigas. Luego de la loca carrera, llegamos a un abrupto final, donde se observaba una especie de choza de chapa y del otro lado una pila de colchones y almohadones, pero lo complicado era que nosotras estábamos como a 20 metros de altura. Casi sin pensarlo, me tiré con Sofía a la pila de colchones. Al levantar la vista, vimos que Luz había desaparecido, porque no había saltado desde la altura con nosotras. Ahora me dijo Sofía con lágrimas en los ojos estoy empezando a tener mucho miedo. Al momento de salir corriendo de ese lugar, alzo la vista y… Al abrir los ojos, estaba nuevamente en la habitación de Luz, acostada en el colchón. Miro, a mi izquierda, la cara de Camila durmiendo plácidamente. Sofía, frente a mí, haciendo lo mismo. Igual Cande en la cama con Luz. Agarro como puedo mi celular, ¿qué hora es? 10:36 de la mañana. Pero la puta, que sueño raro que tuve pensé antes de apoyar la cabeza en la almohada e intentar dormir de nuevo. Qué sueños locos que tengo a veces, ¿No? :)

-Sueño soñado la madrugada del día 26 de enero de 2011, en la casa de Luz Chocair, al día siguiente de su cumpleaños.

2 comentarios:

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