viernes, 29 de marzo de 2013

Would you forgive your enemies?


“¿Perdonarías a tus enemigos?” esta frase que se repite tanto en esa canción tan hermosa como dañina, de esta banda tan pedorra que hace que me guste tanto, me hizo reflexionar sobre algunos acontecimientos de mi pasado que repercuten en mi presente (todo se debe a un sueño que tuve, que me dio el puntapié inicial para empezar a escribir del tema)… “enemigo” es una palabra fuerte, y a veces nos cuesta usarla, y no la medimos bien; nos vamos de mambo con alguien con quien tenemos alguna pelea y pasamos a llamarlos así… Eso fue lo que me pasó, o algo parecido (todo el que me conoce y sabe sobre esta historia, sabe que algún día voy a escribirlo y publicarlo en forma de novela), pero para entenderlo mejor, debemos remontarnos algunos años en la historia… Bah, en mí historia.
Entre los años 2OO9 y 2O1O, yo tuve algunos altibajos con quien fue mi novio, a quien llamaremos Mariano. Tuvimos roces, amor, discusiones  y peleas. Idas y vueltas, idas y vueltas… Hasta que de una ida, no volvió más. Dicho en mejores términos, yo le impedí que vuelva y cerré la puerta con 7 trabas, 4 llaves, 5 cadenas y un perro guardián con rabia (de por medio, hubo un recital de Metallica fallido, lo cual colaboró en gran medida esta decisión). Simultáneamente, yo alimentaba mi amistad con una chica muy cercana a mí a quien llamaremos Agustina. Por aquellos años nuestra relación era realmente fuerte, y día a día lo era más y más. Ella y mi grupo de amigas éramos muy cercanas, si se quiere inseparables; salíamos, charlábamos, nos confiábamos absolutamente todo, pero por sobre todas las cosas, éramos muy unidas, casi como hermanas. Como ésta era la época de los primeros cumpleaños de 15, entre nosotras nos hacíamos cartas, videos, hasta con Agustina organizamos una coreo para el suyo. Y reitero: con la que sentía más apego, afinidad y confianza, era con ella.
Pero las cosas no serían así por siempre.
No.
Lamentablemente las cosas darían un giro de 18Oº y de ahí en más, todo cambiaría. Iba a ser totalmente diferente.


Para fines de octubre de 2O1O, el momento del quiebre estaba cada vez más cerca. Por ese entonces, yo estaba feliz sabiendo que me iba a ir al sur de vacaciones (más específicamente a Ushuaia) y se me ocurrió jugarle una “broma” a Mariano (en el 15 de Agustina habíamos estado juntos; hablando y tratando de arreglar las cosas, pero todavía no era un noviazgo ‘oficial’), diciéndole que me iba a vivir allá. Puse a prueba su confianza; la “última vez que nos íbamos a ver” (un domingo) le dije y le remarqué varias veces que no le dijera nada a nadie, en especial a mis amigas. No quería provocar un revuelo, ni despedirme de nadie, menos que se pusieran tristes por mí. Él estaba triste -o por lo menos eso daba a entender- y me decía todo el tiempo que no quería que me vaya, que me iba a extrañar…
Sabía que tarde o temprano quebraría la promesa. Fue sólo una prueba de fuego para ver hasta dónde llegaba mi nivel de confiabilidad en él, y al mismo tiempo, qué tanto cumplía él con su palabra.
Dicho y hecho, yo me iba el jueves siguiente, a la mañana, por lo que el miércoles era mi último día en ese colegio. Veo que están en el patio mis amigas en grupo, sentadas en unos bancos, con Mariano en el medio; una de ellas se me acerca entre enojada y angustiada. “¿Cómo es eso que te vas a ir a vivir al sur?”. Bingo, mi confianza para con Mariano había desaparecido. Giré la cabeza y lo miré, con fuego en los ojos, sin decirle nada. “No podía no decirles a ellas” (al margen, en este grupo también estaba Carolina. Entre mis idas y venidas con Mariano, Carolina alimentaba una relación con Mariano que ella pretendía que fuera más que amistosa, cosa que a mí no me simpatizaba). Naturalmente me enojé, pero al mismo tiempo me metí en el papel de herida fingida. En primer lugar porque “mi valiosa y hermosa confianza había sido traicionada”, y en segundo lugar, porque “me iba a ir a vivir a Ushuaia por temas laborales de mis papás”.
Y así, sin más ni más, el jueves partí rumbo a mis vacaciones en el sur.


Al volver sería cuando notaría los cambios. No al instante, pero sí los días posteriores. Resumiendo y sin dar muchas vueltas, yo el domingo volví del sur y el jueves me enteré que Mariano y Agustina eran oficialmente novios. Naturalmente, me sentí enojada, triste y hasta usada. Ambos me mintieron descaradamente; ella con que le importaba mi amistad, y él con que me amaba y que “iba a sufrir si yo me iba a vivir al sur”.
Mentiras. Puras mentiras.
Previamente, ella me había dicho (y antes de que me lo diga, me había dado cuenta) que tenía cierto interés por Mariano, que quería conocerlo, y no precisamente para una amistad. Yo recuerdo patente haberle dicho “hacé lo que quieras”. No dije ni estar de acuerdo, ni negarme, ni nada por el estilo, simplemente le expresé que hiciera lo que se le antojase. Leyendo la letra chica, también puede ser equivalente a “ponete con él y cortamos la amistad, no tenés códigos. No cuentes conmigo, hacé la tuya, imaginate que no existo, no me hables, me morí para vos, punto final”. El papel de víctima lo encarnaría Agustina ese mismo jueves, con un leve llanto y haciéndome quedar a mí como la garca. O algo parecido.
Los días y meses consecuentes fueron un calvario… Perdí una amistad, me sentí vacía y triste. Traicionada. El grupo se “dividió” y ese verano estuvo realmente quebrado. Por peleas con una, peleas con otras, malos entendidos y demás, yo por lo menos, estuve muy desunida con mi grupo.
“Mi grupo”, al que sentía no pertenecer. Al que me hacían sentir no pertenecer.


Al comenzar el ciclo lectivo, ya en el 2O11 predominaban las peleas, los insultos y las malas miradas. Con Agustina permanecía la mala relación, profundizada durante las vacaciones, y algo similar me venía pasando con Carolina, pero en contextos diferentes, con otras personas involucradas… Pero ese es otro tema del que no voy a hablar ahora y dudo hacerlo en algún momento, así que volvamos a lo nuestro.
El estado de tensión ese año fue casi permanente; hubo momentos de paz transitoria, pero no era más que una careta, una faceta mía que ponía en práctica para no cagar a tiros a todos, ni violentarme y patear dentaduras.
Vacaciones. Verano 2O12. Cuando parecía que la paz iba a retornar de una vez, hubo una chispa que hizo explotar todo el arsenal. Como dicen los Héroes del Silencio; “todo arde si se le aplica la chispa adecuada”, y esa fue LA chispa.
Al comenzar el ciclo lectivo, el estado de tensión era el mismo -o incluso peor- que el del año pasado, por esto del ‘chispazo veraniego’. Ni mirada ni palabra nos dirigíamos entre sí, pero el “odio” estaba ahí, manifestándose en la indiferencia mutua, en las pocas veces que nos cruzábamos y no éramos capaces de dirigirnos una mísera palabra. El grupo ni se inmutó por esto, casi como que no tenía relevancia que dos integrantes del mismo estén peleadas (diría “a muerte”, pero creo que es exagerar mucho las cosas).
Mi bronca se debía ya, no al hecho que ella estuviera con Mariano (sí señores, seguían juntos), sino a que este chispazo fue algo de lo que yo me enteré, algo que no quería ni me interesaba saber. Algo que, si me enteraba, me hubiera gustado que sea por parte de ella, y no por terceros que poco tenían que ver en este enredo.
Mi relación con Mariano hacía rato ya que era nula. A pesar del corto y batallado diálogo, no hubo desde entonces contacto, ni de ese ni de ningún otro tipo.


Después de meses de guerra fría, en julio de ese año, fue cuando llegué al acuerdo de paz con Agustina que prevalece hasta el día de hoy.
Un cumpleaños, una previa en la que estábamos todos los del curso. Para ese Entonces, la relación no era tan mala; nos llevábamos mucho mejor en comparación a los meses anteriores. No sé si fue el efecto del alcohol o qué, pero en un momento me apartó diciéndome que tenía que hablar conmigo. Resulta que después de esa reunión, de esa previa, íbamos a ir a un boliche (sí, es extraño. Fue la primera y última vez que pisé uno) y como íbamos a ir todas las de nuestro grupo -incluida ella- también venía Mariano (sí, seguían en pareja), por consecuente, me pidió que no peleemos. Ni yo con ella, ni con él. Me acuerdo que me dijo “él viene en paz, ya no quiere pelear…”
¿Pelear? ¿Qué iba a hacer yo? ¿Matarlo? ¿Pegarle? Hacía mucho, mucho tiempo, que ya no tenía ganas de pelear. Ni ganas, ni interés, ni tiempo, ni iniciativa. “Está bien Agus, yo tampoco quiero pelear. No quiero pelear más por esto”.
Me liberé de un pesado y extraño peso del pecho. Tenía que descargarme y decirle todo lo que no le había dicho en ningún momento. Tenía que sincerarme. Recuerdo haberle dicho muchas cosas en ese corto lapso. “Yo estoy feliz con mi novio, y mientras que vos seas feliz con el tuyo, está todo bien, no pasa nada”. Fue una charla breve, pero sincera, que tendríamos que haber tenido hacía ya tiempo. Ambas sonreímos y nos abrazamos.
Desde entonces, vivimos algo así como en una tregua, y además, tengo que admitir que fue extraño volver a su casa después de tanto tiempo. No peleamos ni discutimos. Un pacto mudo, ciego entre nosotras (y digo así porque no lo acordamos, sino que simplemente no lo hicimos; no acordamos no hablar más del tema, solamente dejamos de hacerlo). Aunque, nunca falta el entrometido que habla por demás, que mete la nariz donde nadie lo llama: “¿No era que la odiabas? ¿Te acordás quién es el novio? ¿Cómo es eso? ¿Te llevás bien o qué?” y demás interrogantes que suele hacer este tipo de personas.
Sí, ok, estuve peleada con Agustina, y también con Carolina, por mucho tiempo. Pero ese es asunto mío, si se quiere de ellas, y de nadie más. Ni siquiera de Mariano; siendo un fulano cualquiera que una vez dijo amarme, no tenía la más remota idea de lo que era la hermandad que yo tenía con Agustina, y en menor medida, con Carolina. Después de todo, cada quien hace lo que mejor le parece, y si bien pueden ser buenas o malas decisiones, queda a criterio de cada uno.

El tiempo pasa, la gente cambia y muchas veces madura de golpe. Eso fue lo que me pasó a mí. Si bien nuestra amistad (si es que el trato es recíproco con ambas) no se compara a lo que era antes (y dudo que alguna vez vuelva a ser así), ahora nos llevamos bien, estamos felices con nuestros novios, y podemos vivir en paz.

3 comentarios:

  1. Viví una situación parecida, no hubo novios de por medio ni nada de eso, pero sí se desarmó un grupo muy unido de amigas y hubieron situaciones feas en las que era imposible que ella y yo estuvieramos juntas bajo un mismo techo. Sé lo que es sentirse apartada, separada de la gente que te quiere, pero por suerte también sé el alivio y la... sí, creo que podríamos llamarla "alegría" que se siente al reconciliarse con esta persona. Es como sacarse una mochila cargada de ladrillos. Es muy feo lo que te hicieron, es decir, ellos eran tus amigas y tu novio, gente en la que depositaste toda tu confianza y te "traicionaron". Pero por suerte pudieron arreglar sus asuntos :) ¡Muy linda entrada!

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  2. Creo que todas vivimos una pelea dentro de un grupo, y es horrible. No le hace bien a nadie estar peleado porque te va consumiendo por dentro, y más a vos que no solo una persona te había traicionado, sino dos, y muy importantes. Aparte de que te hayan echo sentir mal cuando ellos se mandaron la cagada. Por lo menos ella te fue de frente y te dijo que le cabía, pero igual, cero códigos. Por suerte esta todo bien, es mejor vivir en paz que ir cargando, como dijo Lalu, una mochila llena de ladrillos. Me encanta como escribis, y si pensas hacerlo novela no dudaría en comprarlo :) ¡Un beso!

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  3. A mi me pasó algo parecido cuando entré a la secundaria; eramos un grupo de 7 amigas, nos levábamos desde la primaria, eramos re unidas. Una se cambió de escuela, así que el grupo se achicó. Y después,o tras dos, de repente, nos empezaron a rechazar a las demás... Se juntaban con otras chicas, chicas a las que supuestamente "no soportaban" y eran tan caretas que hablaban mal de nuestro grupito a nuestras espaldas. Obviamente, los rumores corren... Estuvimos entre los dos grupitos peleados cerca de un año, y no puedo asegurar que todo se arregló, supuestamente sí, pero sé lo que se siente perder a "amigas", personas que creías muy importantes, y es bastante feo... (PD: AMO tu manera de escribir, y no lo digo nomas por el blog y eso, no te guardas absolutamente NADA, decís lo que pensás si ningun inconveniente) me encantó la entrada :)

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