lunes, 7 de enero de 2013

El mejor amigo del hombre II

Esta es la segunda parte de algo que escribí sobre los perros, los amigos incondicionales del hombre. No pensaba hacer una segunda parte porque no era una serie de escritos; fue una experiencia de la que fui testigo y tuve ganas de expresar mi bronca en este medio. En este caso también es una bronca, relacionada con los perros (no contra ellos obviamente, contra la gente que los maltrata o algo por el estilo). Para leer la primera entrada, hacé click acá.
Resulta que, en otro de mis tantos insomnios domingueros (me afectan todo el año, tanto en época escolar como en vacaciones) dejé un rato la pc y bajé a la cocina, buscando algo para picar y tomar, ya que no había cenado; Titanic seguida de 2O12 no me dio tiempo a hacerlo, y me quedé clavada en mi habitación. Ya de madrugada, y cuando bajé, sobre la mesa de la cocina encontré la revista viva, y mientras picaba algo de la noche anterior, me dispuse a ojearla, más que nada el reportaje que le hicieron a Pettinato. Les digo que, más o menos coincido con las boludeces que dijo: qué hacer si te vas de vacaciones, qué hacer si te quedás en casa, la ropa que usás, la música, etc… Pero lo último que leí fue lo que realmente me desagradó.
La última pregunta de la entrevista tenía que ver con los perros; “¿adoptar o comprar?”… No saben la indignación mía al leer la respuesta. No me acuerdo textual lo que decía, pero era algo como “obviamente tienen que ser comprados, porque nada que puedas rescatar de la calle es bueno […], es como encontrar un microondas tirado en la calle y agarrarlo por pena, para después arreglarlo. No sirve […]”. Loco, se supone que vos sos un hombre inteligente. O por lo menos eso era lo que pensaba. Comparás a un perro con un microondas roto… ¿Por casualidad sos idiota o tus papás son hermanos?
En primer lugar, los perros callejeros no son lo que todo el mundo pinta. No son agresivos, no son violentos y mucho menos peligrosos, y sí, puede que tengan pulgas, sarna o cualquier otra enfermedad, pero eso es por no tener un dueño que se preocupe por ellos. En segundo lugar, si están en la calle no es por culpa de ellos, es porque algún desalmado los dejó a su suerte en la calle, y al no tener ningún tipo de cuidado, se reproducen y los cachorros se crían en la calle, y así se repite el ciclo. ¿O te pensás que ellos decidieron vivir en la calle, sin un lugar donde dormir, donde resguardarse del frío y protegerse del calor, de la lluvia y del viento? O que pasen días y días sin que coman ni tomen nada, siendo maltratados por los transeúntes y muchas veces atropellados por autos, camiones y hasta trenes. En tercer lugar, muchas veces cuando voy por la calle, yo acaricio a los perros callejeros, les doy algo comestible (si es que tengo encima) o simplemente les doy una muestra de cariño, y la gente (hasta mis amigas) dicen que soy un asco por eso, como si después no pudiera lavarme las manos o ponerme alcohol en gel. Por ejemplo, yo soy viajera frecuente del tren Urquiza. La estación de Martín Coronado está llena de perros. Ahí tienen cuchas, tachitos con agua y alimento, además de lo que les da la gente. ¿Saben la cantidad de veces que quise agarrarme a uno de esos pichichos, adoptarlo y traerlo a casa? Y si no lo hice, tampoco fue mi culpa, y les cuento el por qué.
Cuando era chica, vivía en otra casa, que tenía un jardín considerablemente más grande que el de la casa que habito actualmente, y tenía dos perros: un ovejero alemán (Breck) y un caniche -que se supone, era toy (Simba). El grande fue siempre tranquilo, jamás mordió ni gruñó a nadie, ni dentro ni fuera de la familia; con mi hermano jugábamos horas y horas con él y, a pesar de tirarle de las orejas, de la cola (como los nenes que éramos) jamás nos hizo nada. El otro, era agresivo, alterado, vivía de mal humor, y a todos en mi casa (excepto mi hermano menor, que no había nacido) los mordió. Cuando me mudé, tuvimos que regalar al ovejero (cosa que me dolió en el alma) porque, considerando que tengo pileta, el espacio que tenía para correr y distenderse era muy reducido, y bueno, nos quedamos con el caniche. Un domingo familiar (habían venido mis hermanos mayores), yo teniendo 4 años, me agaché a abrazar al perro -de toda la vida me gustaron, y siempre fui de jugarles- y éste saltó y me mordió el labio. Salimos corriendo a la clínica donde trabajan mis papás, yo sangrando a borbotones y llorando; me dolía y tenía miedo. Conclusión, mi papá, mi hermano mayor y otra médica me cosieron (un punto tengo, la cicatriz casi, casi no se ve), y sin anestesia. Todavía recuerdo sentir la aguja pasando con el hilo por mi labio… ¿Y el perro? Naturalmente, mi viejo lo fletó, pero no lo tiró a la calle. Lo regaló a una casa donde no había chicos que, hasta donde yo supe, jamás se puso nervioso ni violento con nadie, no sé si habrá muerto.
Cuestión, desde ese día mi papá le tomó un profundo odio a los perros (hoy yo tengo 17 años, y lo sigue manteniendo). Pero hace unos años cedió, o por lo menos parecía: Para cuando cumplí 1O años, mis papás (o mejor dicho, mi mamá a escondidas de mi papá) me regalaron un perro, Timmy, el que siempre nombro en twitter, o pongo fotos y demás. Timmy es un Lhasa Apso, es un perro de raza, por consecuente, es comprado. Primero, porque yo en realidad estaba encaprichada con otra raza, la pomeranian (siendo que mi hermana mayor tiene una, y desde que soy chiquita que estoy encariñada), la cual es mucho más cara y difícil de conseguir. Y en segundo lugar, porque yo, teniendo 1O años, poco y nada sabía sobre la adopción de perros, que es mejor adoptarlos o rescatarlos de la calle que comprarlos. Yo no elegí comprarlo, a mí me da igual. Mientras que sea un perro, voy a estar contenta, aunque si el perro es adoptado, estaría más contento todavía. Igualmente les digo, no me arrepiento de haber tenido a Timmy, aunque poco me importa del lugar que provenga. Me encariñé con él y me acompaña desde entonces. Suena muy ñoño, pero es mi mejor amigo, porque nada ni nadie te hace sentir bien y mejor acompañado, que tu propio perro.
Ahora, cerrando la entrada (y volviendo al tema original), yo no le veo nada de malo a adoptar a un perro de la calle, o de un refugio, o de donde fuere. Estás haciendo un bien a la sociedad (teniendo un callejero menos) y le estás haciendo un bien al pobre animalito, que poca culpa tiene de estar viviendo en la calle. Además, y no menos importante, vas a encontrar a un amigo fiel. En fin, espero que les haya gustado. Resultó ser más larga de lo que esperaba, pero era un descargo que tenía que hacer.

Mooney, la pomeranian de mi hermana mayor. De chiquita, yo quería tener uno así.
Timmy, la bola de pelos que me fue regalada para mi cumple hace casi 8 años

5 comentarios:

  1. Me gusta tu forma de proteger a los animales y darles su lugar como el gran ser vivo que es :)

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  2. Me parece que adoptar mascotas es lo mejor, le estás dando un hogar al bichito y él te va a dar mucho amor a cambio, además de estar eternamente agradecido. ¡Me encantó la entrada! PD: Timmy y Mooney son re lindos :3

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  3. Tambien otra cosa que se podria hacer es, rescatarlos, darles lo que necesitan, vacunas, comida y luego dejarlo en un lugar en adopcion, algun centro, donde sabes que va a tener alguna otra buena familia

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  4. Me parece mejor adoptar...yo me acuerdo que la perra que más amé en mi vida la levanté de la calle y estaba llena de pulgas,y era una bola de pelos,y mi vieja no queria que me la quedara y al final tanto hincharle las guindas se quedó...eso si,ella tuvo que encargarse de sacarle todos los parásitos...y bueno...años dps se fué...pero prefiero adoptar,porque se me hace que un callejero está re agradecido de ser rescatado de la calle y por eso te es fiel toda la vida...

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