viernes, 2 de septiembre de 2011

Yo, fantasma

Ya estaba harta. Ya estaba cansada de que me gasten y me insulten. En esa escuela de mierda, donde yo simplemente era una más del montón, mi profesor de literatura me había humillado como si yo fuera una nena estúpida; me había peleado con varias de mis compañeras, esas que hacían el papel de amigas; mi ex, cada vez que me pasaba por al lado me daba con lo que tenía a mano, cosa que, resultó en que me rompió el labio. Ese día de mierda llegué a mi casa, después de viajar en ese tren antiguo y todo hecho mierda. En mi casa las cosas no eran muy diferentes. Mis viejos se creían los mejores por tener ese caserón viejo, y por tener un poquito más de plata, se creían también que podían, que tenían el derecho de pegarme, como cada vez que volvía del colegio… Ya no lo iba a soportar, no más.
Ya tenía todo planeado. Por suerte, esa noche, mami y papi tenían una cena y no iban a estar en casa, mis hermanitos tampoco iban a estar… Qué mejor idea que terminar mi sufrimiento de una buena vez. No iba a necesitar más que alcohol, fósforos y un poco de imaginación. Una vez que estuve lista, no tuve más que tirar el alcohol por el comedor, prender un fósforo y esperar que el fuego haga lo suyo. Mientras todo empezaba a arder, me senté en el piso, agarrándome la cabeza pensando “ya pasa, ya pasa”.
Vi todo blanco. Se me puso la mente totalmente en blanco.
Aparecí como si nada en la capilla del colegio: estaban todos vestidos de negro, cabizbajos y llorando. Al frente, había un cajón abierto. Voy caminando por el pasillo, sin saber que pasó. Llegué hasta donde había una señora sentada y le toqué el hombro. Bah, lo intenté; al hacerlo la traspasé, como si se tratara de un holograma. Como yo seguía con la duda me acerqué al cajón y la vi. Me vi. Mi cuerpo vestido de forma elegante, mis manos dulcemente entrelazadas en mi pecho. Mi cara, arreglada y maquillada. A simple vista, así como estaba, no se veían indicios de quemaduras. Ahí entendí por qué nadie me veía ni me escuchaba…
Otra escena desaparecida. Aparecí sentada en un banco de mi aula. No éramos todos los del grado, pero éramos bastantes. Estábamos con el profesor de literatura, ese mismo que me jodía la existencia. En eso, dice que teníamos que trabajar, a lo que respondo parándome y gritándole “andate a la concha de tu hermana”. El profesor ni se inmutó, al igual que mis compañeros, como si fueran sordos o yo invisible, salvo dos o tres que al voltear y verme, se les llenaban los ojos de lágrimas y entre ellos se decían “¿La ves? ¿La podés escuchar?” como si yo fuera de mentira.
Ya casi era el recreo, cuando me siento atrás de una compañera que se estaba mensajeando con mi ex, quien decía haberse tomado 6 botellas de whisky, en el colegio… Genial eh.
Una vez en el recreo, me puse a mirar un poco a mi alrededor, y… Aparte de que había pocos chicos, parecían todos zombies; cómo caminaban y las caras que tenían. El día gris combinaba con el ambiente de zombies que se vivía en el patio. Al darme cuenta de que nadie me veía ni me escuchaba y que mi grupo de amigas había desaparecido, me acerqué a un chico que caminaba por ahí y le susurré al oído. Como, efectivamente, me di cuenta que me escuchaban pero nadie me veía, le pasé el dedo por la nuca y decidí irme.
No sé como llegué a mi casa. O lo que quedaba de ella; entré y vi en el estado deplorable en el que estaba: escombros, muebles consumidos, suciedad, telarañas, ventanas rotas y partes donde faltaba techo. En el piso también había basura: esqueletos. Esqueletos humanos con ropa y pelucas. Me quedé observando todo, hasta que de golpe aparecen dos compañeras mías, mellizas, como salidas de entre los escombros. Al ver que me miraban, les pregunté si de verdad podían verme o tenían la vista perdida. Cuando me contestaron que sí, quise saber qué pasó con mi casa, dónde estaba mi familia… La única respuesta que llegué a escuchar fue un “cuando vos te moriste, ellos se fueron, se fueron…”

Sonó el despertador con “Bring me to life” por segunda vez a las, exactamente, 9 y 20 de la mañana, del día 31 de agosto. Salté de la cama y me senté. Por dos segundos, después de las típicas preguntas que te hacés cuanto te levantás sobresaltado como ¿Qué hora es?¿llego tarde?¿cómo me llamo?¿en qué año vivo?, me di cuenta que si no me apuraba y me bañaba rápido, iba a llegar tarde a educación física. A los pedos lo hice, me cambié y mientras desayunaba iba escribiendo ese raro sueño que tuve en un borrador, sabiendo que sería una buena historia para publicarla acá…
Sueños incoherentes, sueños incoherentes everywhere.

2 comentarios:

  1. Ay, me re gustó. Te atrapa desde el principio y no podés despegar la vista hasta llegar al final xD

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  2. No ! Increíblemente brutal ! Me encantó :D

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