Dejalo ir. Dejalo morir.

Si vos das a una persona por muerta, considerando que jamás vas a volver a hablarle en la vida y estandarizando que “soy el mejor del planeta, me hago el pija con todos y miento escribiendo para lucir mi estúpido orgullo masculino”, habría que decir que si, me considerás MUERTA, cadavérica, y todo lo que quieras, tendrías que tener en cuenta todos los aspectos de tal. Digamos, es un pedazo de carne en pleno proceso de descomposición, todo lleno de gusanos y con un aspecto espantoso no lo vas a tener en cuenta, ni lo vas a putear, ni lo vas a pinchar ni vas a “sacar los trapitos al sol”, sino que vas a dar un paso al costado y vas a seguir en la tuya. Y como bien, ahora te surgió el resentimiento [resentimiento, resentimiento everywhere], tenés el orgullo ahí arriba y te vas a cegar a los recuerdos y al prolongado período en que te tuve al lado. Nada más iba a esperar de tu parte, sabiendo que sos un chiquilín y que te la das de poronga, los resentidos a mí no me caben, para que lo sepas. Los cuernos y las mentiras tampoco.

Hacete un favor bro, de verdad metete en la cabeza que estoy muerta y dejá de decirme puta, trola, arrastrada, de desearme la muerte y lo peor de la vida, porque te estás engañando a vos mismo y me estás dando mucha bola como para de verdad pensar que estoy muerta. Aparte, te estarías contradiciendo con lo que me venías diciendo hace unos días, rompiéndome las bolas como se te había hecho rutina… Crecé un poco y dejá el orgullo y la coraza a la que llamás EGO para cuando de verdad los necesites, y no escribas idioteces y cosas que asegurás si no las vas a cumplir.

Sinceramente, de parte de una persona con cerebro.

“Me atrevo a decir que fue lindo mientras duró, pero una vez que se terminó, hay que hacer un bollito, papelera de reciclaje y comenzar de nuevo”