Una luz que se apagó.
Una estrella dejó
de brillar en este cielo para brillar en otro.
Un dolor, un
alivio, un mar de lágrimas y sonrisas.
Es toda una mezcla
confusa de pensamientos y sentimientos que atraviesan nuestras mentes y atacan
nuestros corazones en situaciones difíciles. Pero lo que vale, y creo que es lo
más importante, es todas y cada una de las cosas que nos quedan. Recuerdos,
memorias, palabras, imágenes… Capaz no son cosas materiales, ni de gran valor,
pero como todo, cada uno de nosotros tiene una prioridad en cuanto a recordar
aspectos de sus seres amados… Como aquellas interminables tardes otoñales en
que tus visitas me alegraban; las noches durmiendo en tu casa; los kilos de
chocolate con los que me consentías; los mediodías en tu casa, cuando el olor a
salsa casera colmaba la cocina, y tus, por ese entonces, cuatro nietos
organizábamos un golpe comando para comer el queso rallado a escondidas, esperando
después que nos retaras porque “ahora las pastas van a comerlas secas”; todas
esas tardes en que nos subíamos al “auto viejo” y hacíamos interminables viajes
hasta donde llegaran nuestras fantasías infantiles más remotas.
Porque además me
malcriaste como la mejor del mundo, siempre me mimaste y me ayudaste. Siempre
me defendiste cuando mi mamá me retaba. De chiquita, y ya después más grande,
me dabas caramelos y gomitas, como si esa nena con uniforme de jardín no
hubiera crecido nunca. Me enseñaste a que el amor de verdad existe, y lo
demostrabas día a día con tu marido, que pese a las peleas y discusiones
cotidianas (a veces graciosas) cuando hay amor, se puede. Me enseñaste a
aceptarte plata a escondidas, para que mi mamá no se enojara. Me enseñaste a
que las más mínimas muestras de afecto, son gigantes cuando son sinceras. Y a
pesar de que en este último tiempo repetías las cosas mil veces o preguntabas
siempre lo mismo, nunca perdiste tu sentido del humor, y siempre estabas
sonriente. Hasta el último momento. Me enseñaste a que los roles pueden cambiar
progresivamente; antes me retabas vos porque me llenaba de gomitas antes de almorzar,
y después te retaba yo por no hacerle caso al médico. Lo que son las vueltas de
la vida, ¿no?
Si tengo que
ponerme a numerar, no termino más; son incontables las cosas que pasé con vos y
los recuerdos que me llevo, así como también es inexplicable con palabras el
amor que te tengo, y el cariño con el que me tratabas. Lo único positivo que
saco de todo esto, es que sea donde sea que estés, sé que no sufrís más. Estás
mejor, sin presiones, sin obligaciones, sin nada que te haga pasarla mal. Me
rompe el alma, pero me alegra inmensamente. Es bueno que no sufras, y es bueno
para todos los que te queremos ver que no pasás más por nada malo. Que tengas
un merecido descanso en paz, y recordemos, que cada vez que se cierra una
puerta, hay muchas más que se abren. Te amo, ahora y siempre. Simplemente
gracias abu.
VAMOS RO! FUERZAS!
ResponderEliminarTu abue debe estar emocionadisima con este texto hermoso ♥ :)
Abrazo apretado!