Llegué al colegio como cualquier otro
día, y no me extrañó ver que mi aula era diferente a lo que yo estaba
acostumbrada; los bancos eran de madera, como los pupitres antiguos, todos
pegados, como si fueran los de una iglesia; el piso, las paredes y el techo,
sostenido por dos gruesas columnas, eran de piedra, esos enormes bloques grises
parecidos a los empedrados de la calle, pero más grandes; estaba tenuemente
iluminada por antorchas en las paredes… En definitiva, parecía más un calabozo
de la Edad Media
que un aula.
A pesar de esto, ni a mí ni a mis
compañeros nos extrañó; entramos y nos sentamos normalmente en nuestros bancos.
Lo que sí me impactó (y no noté hasta que no me senté) fue ver a la persona que
estaba sentada en el escritorio, a modo de docente; un hombre alto, de mediana
edad, pálido, de pelo largo y ondulado, de un color rubio rojizo. Estaba
vestido con camisa, saco y corbata, pero por sobre todas las cosas, me resultó
extrañamente familiar. Cuando se paró y se acercó a una de las antorchas, el
fuego le iluminó la cara… Yo no sé como hice para no morirme, o infartarme o
ponerme a llorar de la emoción, pero fue en ese entonces, que me di cuenta que
mi nuevo profesor de sociología era nada más y nada menos que Dave Mustaine. Naturalmente,
siendo como soy yo (y por el desmesurado amor que le tengo) hubiera saltado de
mi banco y corrido cual vikingo por la pradera para tirarme encima, abrazarlo,
llenarlo de besos y adularlo hasta en latín, pero no sé por qué, no me moví de
mi banco.
Durante el tiempo que estuvo
hablando, caminando de un lado al otro en el aula, mis ojos lo seguían, y sentía
que el corazón se me iba. Estaba tan idiotizada que no podía despegar mi vida
de él; tanto, que no presté atención a una sola palabra de lo que había dicho.
En un momento me levanté y me fui
hasta su escritorio, con mis apuntes en la mano, y me senté frente a él, entre
dos de mis compañeros; apoyé mis hojas en la mesa y me quedé mirándolo sin
decir una palabra. No podía creer que, de todos los que éramos en el aula,
nadie, salvo nosotros 3, se diera cuenta de quién era nuestro profesor. Y ahí
nos quedamos, sentados y en silencio mientras él, el profesor más lindo que
tuve en mi vida, tenía los pies sobre el escritorio, como quien los pone arriba
de la mesa ratona de su living, tocando el solo de Symphony of Destruction. Antes
de que éste termine, le dije “terminá, dale
que te falta poco”. Así, siguió con lo que le quedaba
de canción, mientras nosotros tres coreábamos “Megadé,
Megadé, aguante Megadé”, ahí sentados, golpeando el
escritorio con los puños. Demás está decir que la cara de orgasmo del colo,
vista de cerca y en HD mientras toca la viola, es el sueño de la piba, hecho
realidad.
Cuando me volví a mi banco, vi que me
había firmado las hojas con mis apuntes, y les había puesto un sello redondo
que decía “Megadeth nº 1” .
Al sonar el timbre del mediodía, para
ir a comer, todos salieron corriendo y yo me quedé en el aula, en mi banco. Me
levanté y me fui acercando al escritorio, cuando, prácticamente de la nada,
aparece Vic Rattlehead (vestido con un traje azul eléctrico, con la estampa de
Rust in Peace) parecido al que vi en el recital el año pasado, y sin decirme
nada, me abrazó. Yo me asusté, no porque su cabeza fuera una calavera llena de
remaches metálicos, sino porque me impresionó que un esqueleto de 2 metros me abrazara sin
decir una sola palabra. Cuando se fue, nos quedamos solos ‘el profe’ y yo. Él
estaba por salir del aula, antes de eso, me acerqué a él con los ojos llorosos
y lo abracé. Esa sensación que sentí cuando me respondió el abrazo, fue
terrible.
Se fue y yo me volví a mi banco, me
senté a escribir y así me quedé hasta que volvieron mis compañeros de almorzar.
Todavía no lo creía. Mi compañera de banco -Sofi Guzzo- me decía que no era
para tanto, que no exagere, pero yo le insistía “era
él boluda, era él”.
…
Cuando sonó el despertador, no sabia
si volver a dormir, ir a bañarme o suicidarme, pero bueno, tuve la necesidad de
escribirlo. Pero igual; ni hablar con Paul McCartney ni que James Hetfield se
emocionara por tener un póster de Metallica en mi pieza supera esto; éste fue
el mejor puto sueño que tuve en mi vida. Ya hace bastante lo soñé (el 9 de
abril) y lo tenía escrito en el blog no-virtual, y boe, recién ahora se me da
por escribirlo. Conste que, hace un par de semanas, soñé que lo volvía a ver. Que
me abrazaba, que nos conocíamos y hablábamos re bien. Posta que el día que lo
conozca en persona, lo vea, o por lo menos que responda a algo que yo le diga,
voy a ser la persona más feliz del universo
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