La noche de viernes, como tantas otras veces haciendo
zapping, encontré una buena película para pasar el rato; esa típicas películas
que mirás una, y otra, y otra vez, y no te cansan en lo más mínimo. Películas
que vez millones de veces, te aprendés los diálogos, las expresiones y en mi
caso, cuando es una película doblada la sé en inglés y en español… Me pasó con Juego de Gemelas, Rescatando al Soldado Ryan, algunas de Saw,
y demás… Pero en este caso, me estoy refiriendo a Búsqueda Implacable. Si no la viste,
debés tener un problema serio, pero como es demasiado recomendable, antes de
decir algo, te recomiendo que la veas.
La
historia transcurre alrededor de un hombre (Liam Neeson, te amo) que hace las
mil y una para rastrear, buscar y rescatar a su hija, quien fue secuestrada en
Europa y dispuesta a ser vendida en el negocio que comúnmente conocemos como “trata
de mujeres”. Acción a más no poder. La cuestión es que, valga la redundancia,
la primera vez que la vi fue en el colegio. En la materia construcción de la ciudadanía
estábamos viendo el tema de la trata de blancas (siendo éste, las adicciones,
la bulimia y la anorexia los temas más estudiados y más remarcados y retratados
por las tres profesoras que tuve durante el 2OO8, el 2OO9 y el 2O1O). Agradezco
a mi profesora por haberme hecho ver esta película, la cual no podía creer que
fuera tan buena como resultó ser… Contrario a lo de siempre, que las películas
que te hacen ver en el colegio son aburridas; con esta no me pasó y con “La decisión más difícil” tampoco, más bien todo lo
contrario. Valió la pena verlas.
El
tema es que, desde el punto de vista de esta película (y del colegio, de
nuestros allegados, de nuestros padres, y de cualquier otra persona que vele
por nuestro bienestar) a nosotras, mujeres, nos dice que tenemos que cuidarnos
de gente extraña, de no ser tan confiada con gente que no conocés, y menos en
un lugar extraño. Mientras que la amiga de la protagonista anda diciendo que
quiere acostarse con el muchacho que recién conoció, Kim se comporta como lo
haría cualquier chica normal… E igualmente sufrieron el mismo destino. Pero,
este es uno de los tantos puntos de concientización, porque no se trata sólo
del lado de las víctimas; las mujeres no sólo deberían aprender a cuidarse, los
proxenetas y los hombres que pagan por tener sexo deberían aprender también que
lo que hacen está mal. Si las mujeres solas nos cuidamos, y quienes
las usan y las manipulan no, entonces no sirve de nada, porque la trata de
mujeres está compuesta por esas tres partes: las mujeres, los clientes y los “empleadores”.
Les
cuento que, hace ya unas cuantas semanas (cuando estaban todos con el tema de
la pobre Marita Verón) vi un
documental sobre las ofertas de sexo. Como sé que me lee gente que vive afuera
de Buenos Aires (o lejos de la capital) y también afuera de Argentina, paso a
contarles de qué se trata. Es mi frecuente ir caminando por el microcentro y
ver, pegados en las paredes, en containers, teléfonos públicos y postes de luz,
papelitos de colores con números de teléfono ofreciendo sexo. Según lo que
dijeron en el documental, las mujeres que libremente eligen prostituirse para
ganar plata (las
prostitutas por elección, en criollo) trabajan
en la calle, no en habitaciones, en lugares cerrados como las que se ofertan en
los papelitos. ¿Qué quiere decir eso? Que las mujeres que son “vendidas” en esos papeles en oferta, no
están por su propia elección, están ahí porque alguien se los manda, porque
alguien las tiene como esclavas sexuales. Y acá es donde viene el punto de
fractura: ¿quién
hace peor? ¿El proxeneta o el
cliente?
El
proxeneta es el que mueve la plata que gana su “empleada”, mientras que a ella
la mantiene encerrada, como un animalito enjaulado, muchas veces en condiciones
pésimas, descuidando su salud, su alimentación y hasta su higiene. No gozan de
libertad. Viven en habitaciones chicas, muchas veces hacinadas. No son dueñas
de su ropa, no son dueñas de elegir, no son dueñas de su cuerpo, no son dueñas
del dinero que ganan trabajando con él… Eso implica muchísimo sufrimiento para
ellas. El cliente es el que podría
marcar la diferencia. Todo el mundo sabe que,
sea en el rubro que sea, en cualquier negocio del mundo, si no hay clientes, si
no hay compradores, el negocio quiebra y cierra. Pero mientras siga
habiendo clientes, el negocio va a seguir funcionando… Mientras haya “hombres”
que compren mujeres, que paguen por tener sexo, estas mujeres van a seguir
esclavizadas, la plata va a seguir moviéndose y el negocio creciendo… En ellos está la
decisión.
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