Jamás en mi vida vi algo similar, y a pesar de tener apenas 16 años, dudo muchísimo que alguna vez en lo que reste de mi vida vaya a ver un espectáculo parecido a este… Sé que mucha gente, de todas las edades, dijo esto después del show, y lo van a hacer aquellos a los que les queda ir a las últimas fechas. En este preciso momento, me encuentro escribiendo a las 23:38 del domingo (independientemente de la hora a la que esto sea publicado), y ahora que me pongo a pensar, hace un día, faltaba alrededor de media hora para que un show de la puta madre cerrara con la caída del muro y el saludo final de los músicos… Son muchas las emociones por las que pasé, muchas cosas juntas se me vinieron a la cabeza, el corazón parecía que se me iba a salir, las lágrimas estaban peleando para salir también. Desde anoche que llegué de River estoy pensando en qué escribir en esta entrada para compartir con ustedes la ensaladera de cosas que me pasaron, pero realmente me cuesta, me está costando muchísimo y no sé cuánto tiempo o cuánto espacio me pueda llevar, porque la verdad es que… ¿Cómo puedo hacer para hablar de algo que me dejó sin palabras?
Escuchar esa canción que me voló el bocho cuando tenía menos de 10 años en vivo y en directo, con esos chicos en el escenario y la marioneta gigante del profesor; ver esos videos que me retorcieron los sesos, que me hicieron emocionar, que me pusieron la piel de gallina, como esa nena que corría emocionada a abrazar su papá (un soldado); ver ese chanchito volador gigante que recorrió el escenario de una punta a la otra y que pasó por las cabezas de muchos de los espectadores, que posteriormente fue destruido y descuajaringado por los fanáticos, como ese flaco que vi desde la platea, que corría feliz atravesando el campo agitando en alto la colita retorcida del pobrecito chancho que ahora era sólo retazos de goma; notar que de un momento a otro, lo que había empezado como algunos ladrillitos a los lados del escenario, terminó siendo una gigantesca pared que, como se iba llenando de a poco, difícil fue darse cuenta mientras uno seguía a la expectativa de lo que iba pasando sobre el escenario; ese nosequé tan raro que fue sentir que aviones y helicópteros te pasen justo por arriba de la cabeza; los fuegos artificiales combinados con la caída del avioncito… Y después de comerme ese pesado y casi infinito viaje en tren y colectivo (lo que se me antojó a mí infinito; imaginate que con la ansiedad y los nervios que tenía encima, esta última semana se me pasó a paso de abuela renga que sube el monte Everest por una escalera que baja), mientras la emoción me hacía caminar por las paredes, después de llegar en compañía de mi hermano y un amigo, después de sentarme en una de las plateas, después de pensar que frente a mis ojos tenía a un ex Pink Floyd, reaccioné y caí en la cuenta de que era la cuarta vez que entraba en la cancha de River (cagate de risa lector, yo soy de Boca) y nunca fui a mi cancha… Totalmente al margen de lo que iba diciendo, pero no por eso era menos importante… Aparte, gracias al señor Rogelio, supe lo que es la gloria de comer un paty hecho en la cancha, la cosa más tóxica que existe, pero no por eso no iba a ser rica.
Disculpen señores que me fui un poco por el lado de la pelotudez, pero tuve que decirlo. Siguiendo con el tema, agrego que fue una puesta en escena que requirió la participación de muchísima gente y fue un trabajo muy grande; desde el envolvente sonido, pasando por los efectos de las luces y la pirotecnia, hasta las increíbles marionetas y las producciones de video que pasaban en esas enormes pantallas. Todo estuvo tan bien hecho y tan bien preparado, que los miles que asistieron, se fueron con un excelentísimo recuerdo (sin contar fotos y videos, incluyéndome), ya que desde cualquier ubicación, desde los que estaban a un centímetro hasta los pobres diablos como yo que teníamos Sivori, se vio excelente y la calidad de sonido y video no varió según dónde se veía… Aunque, ahora que lo pienso, yo estando atrás de todo, no me perdí de NADA, porque tenía una hermosa vista panorámica, y pienso en los que estaban delante de todo, les habrá quedado el cuello como búhos... Yo, como siempre antes de asistir a un show groso, tuve esa sensación de “no existe el día después del recital…” es decir, no puedo creer que hoy, ya lunes, haya pasado una de las experiencias más geniales de toda mi puta vida… Y cuando pienso en las amenazas de mi vieja de no ir… Claro, como me quedaron dos materias previas, me decía “voy a venderte la entrada”, “no te voy a dejar salir de casa y no vas a ningún lado”, “te la voy a romper y te vas a quedar acá” y demás cosas que siempre inventa una madre para asustarte, como cuando eras chico, el hombre de la bolsa… Pero si yo no llegaba a ir, si no me dejaba ir por esa idiotez, podría haberme matado, aunque (buena noticia para los que no fueron), leí en una página de noticias que pronto saldrá un dvd (no sé de qué día o si es compilación, pero es lo que leí), una idea buenísima para los que no pudieron ir y para los que quieran revivir esa (o esas) noche (s).
En fin, no tengo mucho más para decir, fue sinceramente algo de no creer; una mezcla perfecta entre efectos de sonido, impresionantes reproducciones de video, enormes muñecos y excelente música. Si hay otra cosa que me gustó muchísimo y que me dio un brbrbrbrrbrb en el pecho, fue ver tantas generaciones diferentes… Había nenes chiquitos que iban con sus abuelos, familias enteras que iban, amigos, gente joven, gente grande, chicos… Ese es el poder de convocatoria que tienen grupos tan monstruosamente gigantes… Lo que demuestra, una vez más, que la verdadera música perdura AÑOS, sigue atrayendo a los viejos y se convierte en una nueva atracción para los más jóvenes. Me puedo morir tranquila sabiendo que vi en vivo a un ex Pink Floyd que me hizo sentir todo junto en un par de horas, pero no va a poder ser que yo lleve a mis hijos (ojalá) a ver a un recital así… Aún así, moriré feliz. Lo único que me queda por decir es:
THANKS ROGER
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