domingo, 23 de octubre de 2011

I walked with a zombie, zombie, zombie

El calor que hacía en esa autopista no se bancaba más. El sol pleno sobre nuestras cabezas y la falta de agua habían sido las principales causas de que nuestro grupo se redujera. No habíamos tenido contacto con la otra parte del grupo desde que nos separamos, saliendo de Nueva York. ¿Cómo estarían los demás? ¿Y en el resto del mundo? ¿Seguiría alguien con vida? Hacía semanas, meses, que no teníamos contacto con otra gente… ¿Llamar, mensajear, mails, facebook? Estando muertas todas las líneas, el celular muerto y las líneas eléctricas interrumpidas habían hecho de la comunicación a larga distancia una cosa del pasado…
Lo único que se nos había cruzado en nuestro camino a través de la gran ciudad, eran autos rotos y esos bichos que no eran más que carne en proceso de descomposición. Hubo un par que, así como salidos de la tierra, quisieron atacarnos, pero por teníamos con que defendernos. Suerte que de los 15, 20 que éramos, la mayoría tenían armas. Por desgracia, gracias a mi corta edad, yo no era una de ellas. Siendo la menor, era la más protegida. Igual, una navaja, un cuchillo, un compás, un ladrillo, cualquier cosa me hubiera servido en el momento de desesperación en el que, corriendo por una de esas calles neoyorkinas sin fin, fui perseguida por uno de estos individuos… Si no hubiera sido por el certero disparo de escopeta que recibió en la cara por parte de uno de mi grupo, probablemente me hubiera convertido en una de ellos… Digo, siempre fui fanática de esos a los que la gente comúnmente llama zombies, pero una vez que te persiguen y quieren probar tu carne para terminar por convertirte en uno de ellos o peor, en su cena, perdés el fanatismo al instante. Mientras tuvimos un vehículo a motor, fue feo tener que dejar a uno de los nuestros en manos de esas inmundicias; una vez infectado no podía venir con nosotros… Y no fue muy lindo ver como le desprendían la carne para luego ingerirla.
Volviendo a mi cansador viaje, teníamos que estar atentos, tratar de no emitir ruido y no hablar en voz muy alta, teníamos que estar en alerta total; uno de esos bichos nos saltaba encima y probablemente habremos muerto. Habíamos caminado tanto que ya no sabíamos donde mierda nos habíamos metido… Habiéndonos alejado de Nueva York, hacía ya unas horas, seguíamos caminando si saber a donde íbamos. ¿Nueva Jersey? ¿Pensilvania? Andá a saber donde estábamos yendo a parar, mientras estuviéramos lejos de la ciudad. También se nos complicaba el hecho de que no quedaba casi un cartel en pie, y los pocos que había eran ilegibles.
De golpe, de adentro de una camioneta volcada al costado del camino, salen dos zombies gruñendo y escupiendo algo de carne que tenía entre sus podridos dientes. Justo antes de abalanzarse sobre uno de los nuestros, dos certeros disparos fueron suficientes para derribarlos, y por si habían quedado con vida (ridículo ya que son muertos… Qué mas da, ustedes entendieron) me aseguré reventándoles la cabeza con un fierro arrancado previamente de un auto. Grave error. Cuando quisimos darnos cuenta, vimos una horda de seres podridos, salidos de la nada, en nuestra persecución. Ya era tarde. Los disparos fueron el problema; el ruido los alertó y los guió hasta nosotros. Mierda, sin vehículo, sin refugio al cual ir y sin un arma con la cual defenderme, exceptuando ese fierro, no tenía otra alternativa más que correr y evitar que esas inmundas bestias me agarren y me coman. Escuché que un hombre me gritó, uno del grupo, que corra, que no mire para atrás y corra. Parecía que tenía algo más que decirme, pero sólo escuché gritos agónicos. Corrí. Tanto como me dieron las piernas y los pulmones. Sentía que en cualquier momento iba a desmayarme, así que tuve que desviarme del camino y tirarme entre unos pastos altos. Cuando escuché que se acercaban a mí, tenía que juntar fuerza de algún lado para levantarme y seguir. No pude. Unas horribles manos heladas con olor a muerte me tomaron por los hombros y me levantaron. Me agarraron la cara y cerré los ojos, tratando de pensar en otra cosa…

Desperté. Las vibraciones de mi celular recibiendo una llamada, a medias me hicieron dar cuenta que había amanecido, pero no me fijé qué hora era. Después del corto diálogo que tuve con quien me llamaba (mi mejor amiga) volví a apoyar la cabeza en la almohada y seguí durmiendo feliz, pensando en las ganas que tengo de que sea martes y ver como sigue The Walking Dead… Que, a propósito, me está gustando (y afectando) demasiado.

2 comentarios:

  1. Juaa Amo the walking Dead.. vi todas las temporadas e.e Y esta me esta encantando yo tambien espero hasta el martes

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  2. Maldito sea el momento en el que me hiciste adicto a esta serie u,u . Menos por la corbata asi soy cuando me levanto >_< .

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